Alzola en el Primer Congreso Hidrológico Nacional de 1888

21/02/2024
Anuncio del Congreso hidrológico español publicado en “La Época” el 22 de febrero de 1888 y retrato de Teodoro Baró

El Congreso Hidrológico Nacional celebrado el 22 de febrero de 1888 en Madrid fue un hito en el avance de la ciencia mineromedicinal. Presidido por el Sr. Don Teodoro Baró y Sureda, Director General de Beneficencia y Sanidad, en representación del Ministro de Gobernación, Sr. José Luis Albareda, reunió a directores y propietarios de diferentes balnearios españoles. El Dr. Don Eduardo Moreno Zancudo (1853-1908), por entonces médico director del balneario de Alzola y Secretario General del Congreso, además de inaugurar el evento, protagonizó uno de los seis temas tratados durante el evento, donde destacó la hidroterapia de las aguas de Alzola.

Ante la falta de fotografías del primer Congreso Hidrológico Nacional celebrado en 1888, hemos querido acompañar el texto con imágenes de aparatos de hidroterapia que se fabricaban en España alrededor de 1883, en los “Talleres de Corcho e Hijos” de Santander, así como ilustraciones de Emilio de la Cerda de cómo eran los espacios de hidroterapia que existían en 1888 y que nos ayudan a imaginarnos cómo eran los balnearios de aquella época. A continuación, reproducimos el debate y exposición publicado en las actas de las sesiones del Congreso Hidrológico Nacional y que puede consultarse en este enlace.

Actas de sus sesiones

Sr. Moreno. —Dice que todos estamos conformes en la deficiencia de muchos análisis químicos, y en lo imperfecto que es todavía el estudio fisiológico de las aguas minerales. El criterio químico ofrece la dificultad de que los análisis no pueden hacerse más que en el laboratorio, cuando las aguas han perdido parte de sus principios componentes, por lo que nosotros debemos atenernos siempre a la experimentación clínica y observación fisiológica.

Indicaciones terapéuticas de las aguas de Alzola

Información oral del Doctor Don Eduardo Moreno Zancudo. Médico director de dicho establecimiento.

Señores:

Me permitiréis, ante todo, exponga a vuestra ilustrada consideración las causas que me han impulsado a elegir el tema que ha de ser objeto de este mal hilvanado discurso, que, aunque parece circunscrito a un manantial determinado, enlazase con la resolución de problemas importantísimos de la terapéutica hidromineral.

Noticia publicada en “El Siglo Médico” sobre el primer Congreso Hidrológico Nacional y caricatura de Eduardo Moreno Zancudo publicada en “El Dr. Sangredo”

La conocida especialización de que hace tantos años disfrutan estas aguas en el tratamiento de los enfermos del aparato urinario, nacida y sancionada más bien de una observación empírica que de un criterio rigurosamente científico; la mineralización de estas aguas, que las asimila por sus gases libres a las incluidas en el grupo taxonómico de las azoadas, y por sus elementos fijos al de las recientemente llamadas oligometálicas por Dujardin-Beaumetz, y su característica fisioterapéutica, son todas condiciones que contribuyen a dar al estudio de este manantial, importancia capitalísima.

La brevedad del tiempo de que dispongo no me permite entrar en la descripción de sus propiedades fisiológicas, y habré de limitarme a deciros que los hechos más culminantes que resultan de su aplicación, pueden resumirse en las modificaciones siguientes: regularización en el acto digestivo, aumento en la secreción urinaria, sedación enérgica y reconstitución activa del organismo, que más bien pudiera interpretarse como resultado de la influencia determinada en la función digestiva y en la sedación del sistema nervioso.

Si además de estas propiedades fisiológicas, tenemos en cuenta que entre sus principios mineralizadores descuella ante todo el ázoe (97 por 100 de sus gases libres), tan bien conocido y estudiado por la Sociedad Española de Hidrología Médica, existiendo los demás en tan pequeña cantidad que no bastan a dar a estas aguas carácter químico perfectamente definido, comprenderéis con cuánta justicia podría reclamar un puesto en el grupo taxonómico de las aguas nitrogenadas, el manantial de Urberoaga de Alzola.

Dejando a un lado estas cuestiones, que requieren más espacio del que puedo consagrarle, y entrando desde luego en el estudio de sus indicaciones, debo ante todo ocuparme de la litiasis úrica, por constituir esta enfermedad una de las aplicaciones terapéuticas más conocidas de las aguas de Alzola.

Calefacción para baño de los Talleres de Corcho e Hijos (1883)

Para no entrar en el problema patológico que la litiasis entraña, me limitaré a decir que sólo conocemos las manifestaciones sintomáticas de esta enfermedad, pero no la esencia íntima de la misma; la existencia de sedimentos úricos en la orina, el depósito de uratos en los cartílagos hialinos, en los músculos y tejidos viscerales, los trastornos gástricos, las neuralgias, dermatosis, etc., son tan sólo el reflejo de un retardo en los procesos de nutrición, de combustiones orgánicas imperfectas, cuya causa íntima nos es desconocida.

Cuando dominaban en la Ciencia las doctrinas de Lavoisier y Laplace, y más tarde de Liebig y otros, que hacían depender las combustiones orgánicas de la cantidad de oxígeno aspirado y quemado en el torrente circulatorio, quizás hubiera sido más fácil encontrar explicación a las causas de las alteraciones químicas que la litiasis ofrece; pero determinado hoy de una manera incontrovertible que las combustiones orgánicas dependen de una actividad y funcionalismo puramente celulares, en los que tiene escasa participación el oxígeno aspirado por el aparato respiratorio.

Habiendo Ehrlich determinado las cantidades que de dicho gas son necesarias para regular este funcionalismo celular, comprenderéis, señores, que el problema se hace mucho más complejo y que la exacta interpretación de las causas de la enfermedad que nos ocupa se dificulta más todavía. La observación de Ebstein, de que los depósitos uráticos sólo se encuentran en tejidos necrosados, sean estos músculos, cartílagos o parénquimas viscerales, constituye evidente prueba de que las alteraciones químicas son sólo un síntoma y no la causa fundamental de la litiasis.

Baño de asiento y ducha en círculos de los Talleres de Corcho e Hijos (1883)

Comprenderéis, señores, la imposibilidad en que me hallo de explicaros el mecanismo curativo de las aguas de Alzola en esta enfermedad. Teniendo en cuenta, sin embargo, que ésta se revela especialmente en las manifestaciones renales, convendréis conmigo en la necesidad de conceder gran importancia a la acción mecánica de estas aguas, cuya ingestión en grandes cantidades (cosa que permite su débil mineralización) ha de provocar un aumento considerable en la presión intravascular, capaz, no sólo de forzar la impermeabilidad característica de los tubuli del riñón de los litiásicos, sino también de arrastrar las arenillas sedimentadas en dicho órgano y en todo el aparato uropoyético.

Esta acción mecánica tiene capital importancia, habiendo sido reconocida para otras aguas, como las de Contrexeville y Vitel, que tanto parecido tienen con las de Alzola, e indicada ya por mí en la Sociedad Hidrológica con motivo de la exposición de un caso clínico de litiasis, tratado en dicho establecimiento.

Además de la acción mecánica, tienen estas aguas la dependiente de sus elementos mineralizadores, si bien no es posible señalar en ellas los caracteres de la enérgica medicación alcalina. Quizá de esto mismo dependan sus indicaciones en el tratamiento de la litiasis. Es sabido, en efecto, que lejos de recaer siempre esta enfermedad en individuos pletóricos, lo hace con mucha frecuencia en personas anémicas, de temperamento linfático y pobre constitución, que no podrían resistir ciertamente la acción antiplástica propia de las aguas bicarbonatadas de mineralización fuerte, administradas por tanto tiempo y en tan crecidas dosis como exige la litiasis renal.

Por otra parte, y sea dicho como de pasada, creo que la acción de las aguas alcalinas es, en tales casos, muy fugaz, dependiendo quizá esto, más que de las propiedades de las aguas alcalinas, de la naturaleza de tales padecimientos, tan refractarios a todo género de tratamiento. En la litiasis, como en la diabetes y otras enfermedades análogas, es preciso distinguir las formas accidentales debidas a la alimentación, género de vida, circunstancias psíquicas, etc., y las formas constitucionales permanentes, que tienen más profundas raíces en el organismo, como que se hallan íntimamente ligadas a su propio funcionalismo y modo de ser.

Duchas para sala de hidroterapia de los Talleres de Corcho e Hijos 1883 y de Walter Lécuyer

Las primeras formas son fácilmente curables por las aguas minerales; las segundas pueden ser modificadas con frecuencia, pero rara vez obtendréis curaciones definitivas. El aumento en las combustiones que determináis en virtud de las alteraciones químicas que introducen en el organismo, las aguas bicarbonatadas, la energía vital que despertáis con las cloruradas y sulfurosas, facilitando los cambios de materia y regularizando el descarte de los productos de desintegración orgánica, os proporcionarán a veces tan marcados alivios, que os hagan creer en una curación segura; observad, sin embargo, al enfermo algunos meses después de terminado el tratamiento, y veréis reproducido el cuadro morboso.

Habréis, sin embargo, proporcionado un alivio, una tregua al enfermo, sobre todo ayudando al tratamiento con un régimen higiénico conveniente, y esto ya es bastante en padecimientos como los que nos ocupan. Esto es también lo que he podido observar en Alzola, y el ver expulsar a los enfermos gran cantidad de sedimentos y calculitos, hasta quedar completamente libre de tan peligrosos huéspedes, la vesícula biliar y el aparato uropoyético, no ha podido menos de convencerme de la utilidad de su empleo.

El reumatismo, especialmente las formas eréticas, las afecciones del sistema nervioso caracterizadas por la exaltación e irritabilidad de dicho sistema, como las neuralgias, la histeria, etc., encuentran en estas aguas un apropiado y enérgico remedio, bastando recordaros la acción profundamente sedante de que disfrutan (debida a su temperatura media, 30 ˚C., y al ázoe y materia orgánica que contienen), y la regularidad que imprimen en las funciones de nutrición, para que podáis, sin necesidad de más explicación, daros cuenta de tales indicaciones.

Las enfermedades del aparato urinario constituyen desde hace muchos años la principal especialización de estas aguas, y como la brevedad del tiempo me impide ocuparme con la extensión que debiera de tan importante asunto, voy a presentaros en forma de conclusiones el fruto de las observaciones que he podido hacer al pie del manantial.

Cámara de ducha y aparato de hidroterapia de los Talleres de Corcho e Hijos (1883)

En los catarros crónicos y subagudos es donde las aguas de Alzola producen mejores resultados. La manera como obran en tales enfermedades puede interpretarse de una manera análoga a la que manifesté al ocuparme de la litiasis: tienen una acción mecánica de gran importancia por el lavado que hacen de todo el aparato uropoyético, arrastrando en su salida el moco y los sedimentos que existen siempre depositados en la vejiga de estos enfermos.

A esta influencia mecánica contribuye también la actividad que imprimen los bicarbonatos en el movimiento de las pestañas del epitelio vibrátil que reviste la superficie interna del aparato urinario, y la fluidificación del moco vesical, circunstancias todas que contribuyen a evitar los procesos de la fermentación intravesical de la orina, que tan funestos resultados produce, y comprenderéis, señores, que siendo uno de los mayores peligros en tales padecimientos la detención en la vejiga de estos productos anormales, todo cuanto tienda a facilitar su expulsión ha de tener verdadera importancia terapéutica, habiendo nacido de aquí la idea del lavado vesical, que practico a menudo con las aguas de Alzola, obteniendo, además de los resultados propios de este procedimiento, los inherentes a la acción de contacto de dichas aguas.

Los catarros simples y los fosfáticos son los más fácilmente modificables por las aguas de Alzola: en estos últimos, sobre todo, por oponerse a la formación y precipitación de dichas sales y al moco que les sirve de ganga y medio de unión, y facilitando la expulsión de todos ellos, no sólo corrigen las molestias que aquejan al enfermo, sino que se oponen a la formación de cálculos, cuya ulterior importancia creo inútil señalar. En los catarros vesicales producidos por estrecheces de la uretra sólo tienen las aguas de Alzola una acción paliativa, siendo siempre necesario quitar la estrechez para obtener una curación definitiva.

Otro tanto puedo decir de los que acompañan a los cálculos: ni estas aguas, ni ninguna, ni preparado farmacológico alguno, tienen poder litotritor: cuando los cálculos están en sus comienzos, es decir, cuando son de pequeño volumen, pueden favorecer su salida y destruir la predisposición orgánica que motiva su formación; pero una vez formados y cuando han adquirido un volumen superior al calibre uretral, sólo los medios quirúrgicos pueden curar este padecimiento.

Una consulta médica dibujada por Emilio de la Cerda (1888)

El baño general tiene en Alzola grande importancia en el tratamiento de estas enfermedades: por sus propiedades sedantes enérgicas, disminuye la irritabilidad que acompaña siempre a estas enfermedades, y por la acción dilatadora, tan conocida, del calor, favorece la expulsión de los productos retenidos en el aparato urinario. La actividad que imprime en las funciones dérmicas favorece también la excreción por el tegumento cutáneo de los productos de oxidación retenidos en la sangre, cuyas fatales consecuencias os son conocidas, sobre todo en la litiasis y reumatismo.

En los infartos prostáticos crónicos, estas aguas son tan inútiles como los demás remedios. Sólo tienen una acción paliativa sobre los catarros que les acompañan. Os he citado la regularidad que imprimen en el acto digestivo y que creo debido a temperatura y mineralización de estas aguas; merced a ellas se activan las digestiones y desaparecen los trastornos que acompañan al catarro crónico del estómago y los diferentes estados dispépsicos, especialmente la gastralgia, que he visto desaparecer con frecuencia. La actividad que imprimen en los fenómenos de diálisis intestinal contribuyen poderosamente a producir tales resultados, manifestándose la acción llamada equilibrante en alto grado en las aguas de Alzola.

También tiene en la úlcera gástrica una importancia grande la acción mecánica del agua, que hace un verdadero lavado del estómago al atravesarle rápidamente. En estos casos, como en las afecciones vesicales, empleo con frecuencia el lavado del estómago con idéntico resultado, en que se suma la acción del procedimiento a la característica de las aguas. Como no puedo extenderme respecto a este punto, me permito recordaros que la Sociedad Española de Hidrología, con motivo de la discusión del tratamiento hidromineral de la úlcera gástrica, llegó a las conclusiones de que en esta enfermedad sólo podían emplearse las aguas bicarbonatadas débiles y de temperatura media, y que la acción mecánica era más importante aún que la química. Las aguas de Alzola reúnen todas estas condiciones; a pesar de ello, las creo contraindicadas en los períodos activos de la úlcera, sobre todo cuando se presentan grandes hemorragias.

No me explico que unas aguas tan azoadas tengan tan escasa concurrencia de enfermos del aparato respiratorio. Sólo a un desconocimiento absoluto de estas propiedades puede atribuirse esta falta. Espero que una vez conocidas éstas, la terapéutica respiratoria encontrará aquí un importante elemento. Los pocos casos que he tenido ocasión de observar me autorizan, por otra parte, a pensar de esta manera, pues en todos ellos he visto la benéfica influencia propia de los manantiales nitrogenados, cuya aplicación y estudio constituyen una gloria de la Medicina patria y especialmente de la Hidrología española. — He dicho.

Fuente y salón de descanso dibujado por Emilio de la Cerda (1888)

Tras la exposición en el Congreso Hidrológico Nacional de nuestro médico director, Don Eduardo Moreno Zancudo, sobre las indicaciones terapéuticas de las aguas de Alzola y su defensa para catalogarlas como aguas azoadas, le siguió un acalorado debate, del que también quedó constancia por escrito. Entre los médicos que apoyaban la clasificación se encontraba el Dr. Manuel Manzaneque y Montes, secretario de la Sociedad Española de Hidrología Médica. Pero hubo otros médicos que se negaron en rotundo, como Benito Avilés y Merino, y el Dr. Don Marcial Taboada de la Riva (1837-1913), presidente de la Sociedad Española de Hidrología Médica, entre 1885 y 1891 y entre 1893 y 1897, y miembro de la Real Academia Nacional de Medicina. Por falta de tiempo, el debate no se concluyó.

Discusión sobre lo expuesto por Don Eduardo Moreno Zancudo

Sr. Manzaneque. — La acción disolvente de las aguas minerales es, a su juicio, un asunto que se halla fuera de toda controversia. Los efectos mecánicos de aquellas no sólo son tangibles en el riñón y la vejiga, sino también, cuando se trate de aguas de exigua mineralización, en las afecciones cutáneas, ya sean de causa local, ya dependan de un estado constitucional, en las que se producen verdaderas curaciones por efecto del contacto. Admite tres clases de efectos en las aguas: 1º, los mecánicos que acaba de decir; 2º, los químicos, como la neutralización de los ácidos por las aguas alcalinas, y 3º, los orgánico-vitales. Todo lo que no sea admitir esto sería suponer que las aguas son completamente indiferentes; estando, por lo tanto, conforme con lo expuesto por el Sr. Moreno Zancudo respecto al manantial de Alzola.

Sr. Avilés. — Encuentra suficientemente probada la acción de las aguas de Alzola en la litiasis úrica por la presencia en ellas del carbonato de litina, por más que la cantidad sea muy pequeña, aunque no deja de admitir la acción mecánica aceptada por el Sr. Moreno. Siendo esto así, tenemos razones abonadas para la explicación de sus efectos terapéuticos, debiendo, a su juicio, respetar la especialización que se les tiene asignada, sin que tratemos de llevarlas a otro grupo taxonómico en el que pudieran ofrecer duda sus acciones.

Gabinete de duchas vaginales dibujado por Emilio de la Cerda (1888)

Sr. Moreno Zancudo. — Dice que no comprende la acción de las aguas de Alzola por los bicarbonatos que contienen en pequeña cantidad, y que, no satisfaciendo los análisis, el resultado de los hechos observados, buscaba la explicación de aquellos en la acción mecánica. Respecto su influencia en las enfermedades del aparato respiratorio, la considera de importancia, de ser cierto, el valor terapéutico concedido al ázoe.

Sr. Valle. — Sostiene que la acción de las aguas de Alzola debe ser química, alcalinizando la sangre y completando las combustiones.

Sr. Avilés. — Hallase conforme con el Sr. Moreno Zancudo en cuanto a la acción mecánica de las aguas en general y particularmente de las de Alzola; pero su objeto era demostrar que teniendo éstas una especialización bien marcada, no progresarían en el grupo de las azoadas tanto como lo han hecho en el de las bicarbonatadas en que hoy figuran. Y puesto que la aspiración de los hidrólogos es llegar a la especialización de todos los manantiales, sería alejarse de ella variar la que con justo título tienen demostrada las aguas de Alzola.

Sr. Taboada. — Lee las condiciones que necesita un agua mineral para ser considerada como azoada, en su Anuario de 1870, deduciendo que en las de Alzola el desprendimiento del nitrógeno ni se ha medido, ni se ha calculado proporcionalmente a una unidad de tiempo uniforme y precisa; su característica química es debida al bicarbonato de cal, al bicarbonato de litina y al ácido carbónico que disuelven los excesos. Para que un agua se pueda admitir como azoada debe reunir las condiciones siguientes: estar muy poco mineralizada, muy sobresaturada de ázoe, y deber su genio terapéutico a este mismo gas, sin ser susceptible de interpretar su acción curativa por ningún otro mineralizador. No reuniendo estas condiciones, las aguas de Alzola, sostiene, deben clasificarse como lo están en la actualidad, máxime cuando la mayor parte de las aguas bicarbonatadas cálcicas reúnen las mismas condiciones que éstas. No admite siempre la acción mecánica por presión intravascular, puesto que si así fuese obtendríanse los mismos efectos con el agua destilada. Sus efectos más marcados son los eupépticos, anticatarrales y litiásicos.

Inhalaciones. Salón de caballeros dibujado por Emilio de la Cerda (1888)

Sr. Armendáriz. — Acepta la acción mecánica de las aguas, aunque no de una manera absoluta, y cree que para dilucidar la cuestión de sus efectos diuréticos era necesario practicar análisis para poder apreciar la cantidad de orina expelida en las veinticuatro horas, antes y después del uso de las aguas, viendo así las diferencias cuantitativas y cualitativas de la orina, acción diurética que ha demostrado por este procedimiento en el manantial de Solares.

Sr. Manzaneque. — Protestando de lo dicho por el Sr. Taboada acerca de las acciones mecánicas, recuerda que él ha defendido los efectos físicos, aun cuando les concede menos importancia terapéutica que a los químicos y orgánicos.

Sr. Moreno Zancudo. — Dice que las aguas de Alzola reúnen todas aquellas condiciones que acaba de leer el Sr. Taboada, para incluirlas dentro del grupo de las azoadas, según lo demuestra el último análisis del Sr. Sáenz Díez. Cree que las aguas alcalinas, como ya ha demostrado en otra discusión, tienen efectos muy fugaces sobre la litiasis, tal vez por la índole de la misma enfermedad. Siendo débil su mineralización en cuanto a los principios fijos, y conteniendo, en cambio, 93 c.c. de ázoe, se cree autorizado para considerarlas como nitrogenadas. Los ensayos que propone el Sr. Armendáriz han sido practicados por él en Alzola, con los que obtuvo los efectos que subsiguen siempre a la ingestión de grandes cantidades de agua, encontrando poco marcada la acción alcalina de las mismas: en cambio, la sedación enérgica es un fenómeno constante observado en Alzola, lo que atribuye a las acciones sumadas de la temperatura media (30 ˚C.) de las aguas, el ázoe y ácido carbónico, y la materia orgánica que contienen. 

Dichas aguas, por su exigua mineralización, pueden darse a grandes dosis y por largo tiempo, hecho muy importante para el tratamiento de la gota, la litiasis fosfática y úrica y los catarros vesicales.

Salón de inhalaciones de señoras y sala de pulverizaciones de 1ª clase dibujados por Emilio de la Cerda (1888)

Sr. Taboada. — A pesar de lo manifestado por el Sr. Moreno, es escasa la cantidad de ázoe contenida en aquellas aguas, para que ejerzan una influencia decidida sobre el aparato respiratorio, atribuyendo sus efectos sedantes al ácido carbónico.

Sr. Valle. — Aunque la mineralización de Alzola es escasa, como sus aguas se emplean en grandes cantidades, cree pueden obtenerse con ellas los efectos químicos que ya ha explicado.

Sr. Armendáriz. — Advierte que hay muchas aguas neutras que producen efecto diurético, a la manera que lo hacen las alcalinas.

Sr. Moreno. —Puesto que hay otro trabajo sobre la litiasis úrica, cree debe reservarse para entonces esta discusión. Respecto a la cantidad de ázoe que contienen las aguas de Alzola, dice que los análisis demuestran que tienen igual cantidad que las consideradas como muy azoadas.

Habiendo pasado las horas de reglamento, se levanta la sesión. Eran las once y veinte minutos.

SCROLL UP